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Redacción central

La crisis también golpea al lustrabotas

Miguel Ángel es un joven padre de tres hijos y antes de la cuarentena era plenamente feliz pese a que ganaba menos más o menos un Salario Mínimo Nacional, ahora que las cosas cambiaron hace lo posible por seguir adelante con poco más de 500 bolivianos mensuales.

Don Miguel, de oficio lustrabotas, sale a diario a las seis de la mañana de su hogar a buscarse el pan del día para mantener a su familia, en medio de las restricciones en el horario de circulación y bajo el temor de contagiarse del coronavirus.

El buzo y una chompa deportiva desgastada y sucia por el betún que manipula todos los días, dan fe de su trabajo y sacrifico incansable, pese a ello, con buen humor, sentado en el piso, hace lo posible para tener la mayor cantidad de clientes, pues de ellos depende la sobrevivencia su familia.

TIEMPOS DIFÍCILES

Su carácter amigable y humilde le han ayudado en su rutina de sobrevivencia, pues, don Miguel no se hace lio de comentar con sus clientes sobre la situación actual de la sociedad por culpa de la pandemia, mientras cumple con su trabajo, por dos bolivianos el par de calzados, e incluso ofreciendo rebaja, hasta bolivianos 1.50, a cambio de dejar los calzados impecables.

 Él cuenta a El Alteño, que los últimos meses, fueron extremadamente difíciles, ya que antes de la cuarentena, bajaba al centro paceño a vender dulces y masticables, un esfuerzo de todos los días, que le era retribuido con una ganancia aproximada de 1.500 bolivianos.

Con la pandemia, a don Miguel le cuesta bajar todos los días hasta la ciudad de La Paz porque la situación ha cambiado en su totalidad, sólo puede ingresar de acuerdo con su número de carnet de identidad, la circulación de personas ha bajado enormemente, mientras el virus o peligro de contagio abunda en las calles.

“Yo trabajo como lustrabotas desde los 10 años, 15 años que estoy ya en el rubro, como todo ciudadano he cumplido con mis deberes de ciudadano, pero lamentablemente me ha ido mal en esta vida, tuve mi familia, pero he fracasado, pese a todo intento cumplir con mis hijos y mi familia, pero la pandemia me ha afectado bastante, mis ganancias se han reducido al 50%”, afirma en voz melancólica.

CUMPLEN CON LA EDUCACIÓN

Pese a todo, Miguel, afirma que, junto a su expareja, intenta cumplir con los deberes económicos, para que la educación no les falte a sus hijos, “hemos hecho lo posible para que no les falte nada a nuestros hijos, lo que hemos aprendido también les enseñamos par que no se atrasen, porque sabemos que la educación es importante”, añade.

Se encuentra muy preocupado, ya que no sabe hasta cuándo podrá sostener la situación económica y de manera desesperada afirma, “queremos que de una vez que pase esta maldita pandemia, porque ya no hay ni clientes como antes”.

Por más optimista que don Miguel se levante para cumplir su rutina diaria, la baja influencia de personas ha afectado su ganancia diaria, y a los pocos que encuentra en la calle, también los ve preocupados y afectados.

“Me duele mucho esta situación por la que estoy pasando, y no es solo mía, sino la de todos los lustrabotas, y la propia gente, ya que esta pandemia nos está afectando a todos”, expresó.

PIDE ALIMENTOS

Si bien, don Miguel pudo cobrar su bono universal, afirma que el monto no es suficiente, porque fue una sola vez para varios meces de cuarentena, donde, tanto instituciones y empresas públicas y privadas no están trabajando con normalidad.

¡Ojala nos colaborarán con una canasta familiar!, ya que nos está yendo muy mal, si yo no me muevo por ejemplo no tengo nada, ahorita estoy aquí (frente al surtidor de la Plaza Juana Azurduy), pero si no hay cliente, debo caminar de un lugar a otro, ya que de eso depende incluso mi comida. Hay días en que me va bien y puedo comer un almuerzo completo, pero los días en que no hay nada, debo conformarme con una sopita de fideo, un chairito y así no más”, finaliza. 

La situación de Miguel Ángel refleja la de muchos ciudadanos que hacen lo posible por intentar sobrevivir a la cuarentena en medio de la circulación del virus letal, donde algunos incluso tuvieron que cambiar de rubro para salir adelante y otros se ven restringidos hasta en la comida, para llevar el sustento a sus familias.

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